La BSO de mi vida

Como no podía ser de otra forma, el primer personaje que abre este blog no es ni más ni menos que Andrés Calamaro Masel, un artista que forma parte de la Banda Sonora de mi vida.
Resulta muy complicado para mí pensar en algún pasaje de mi vida en la que no aparezca una canción o una estrofa del ex-componente de Los Rodríguez.

Es ahí justamente donde empieza mi admiración por el artista porteño, cuando allá por 1996 cayó en mis manos "Hasta Luego", álbum despedida del grupo que reinó en el pop español al comienzo de los 90. No tardé demasiado tiempo en hacer acopio de todos los discos anteriores "Buena Suerte", "Disco pirata", "Sin Documentos" y "Palabras más o menos" completando un repóker de auténticas obras de arte. Hasta ese momento mi acercamiento a la música había sido más bien tibio, pero con Los Rodríguez había descubierto mi estilo musical. La pena fue que ese disco era el último que hacían y que la vuelta era una utopía.

Sin embrago al año siguiente el líder de la banda hispano-argentina se lanzó a la aventura en solitario con "Alta Suciedad", recuerdo con especial cariño que me lo regalaron por mi cumpleaños en una cinta de cassette de las de toda la vida, pues en aquella época lo que se llevaba era el walkman. Con este trabajo se consumó un idilio que dura ya diez años (y los que quedan), ya que aunque la etapa con Los Rodríguez fue memorable, ahora se daba paso a un trabajo más íntimo y personal. Precisamente esto último salió en su máxima expresión en su siguiente disco "Honestidad Brutal" donde Calamaro desnuda su alma en 37 intensos temas, frases como "Con tanto dolor no puedo" muestran a las claras el estado en el que se encontraba Andrés.

Cuando ya parecía que no podía superarse, publicó en el 2000 "El Salmón", un discazo de nada más y nada menos que 103 canciones, que quedará para la historia desmarcándose de todo convencionalismo musical. Hay hueco para todo, versiones como "Sexy Sadie" o "No woman no cry", temazos como "Tuyo Siempre" o "Gaviotas", canciones políticas como "Diente por diente", y por qué no, alguna que otra cagada, que en 103 cortes, tiene que haber de todo. La mano de su gran amigo y letrista Marcelo "El Cuino" Scornik se ve en todo el disco.

A pesar de estos 103 temas, la incontinencia creativa de Calamaro no cesaba y después de algunos malos rollos con su discográfica, decidió colgar en internet un sin fin de canciones grabadas domésticamente, en los que su maestría y el efecto de sustancias estupefacientes aparecen por igual en gran parte de las canciones. En este período artístico aparece por primera vez la penúltima obra maestra del argentino, llamada "Estadio Azteca", que retoma en su siguiente trabajo, mucho más cuidado que los anteriores, fue "El Cantante" y surge del idilio de Andrés con el productor musical Javier Limón, que junto con el guitarrista flamenco Niño Josele crean un disco de nueve versiones de clásicos argentinos, especialmente grandiosa su versión de "Volver" de Gardel, y tres con el sello Calamaro, entre ellas, "Estadio Azteca". Ahora aparece un artista desintoxicado con ganas de volver a ser el que fue tras una etapa un poco oscura.

En esta nueva vida sólo faltaba el retorno a los escenarios, corría 1999 cuando pisó por última vez un escenario, y en 2005 decidió con ayuda de la "Bersuit Vergarabat" volver al directo, primero en pequeños conciertos y en abril en tres consecutivos en el Luna Park bonaerense. Posteriormente se publicó "El Regreso", último trabajo de Calamaro hasta la fecha, previo a su desembarco a su segunda casa, España, con tres míticos conciertos en San Sebastián, Barcelona y Madrid.

Y para el 2006, nos espera un año cargado de novedades, ya está casi preparado el disco de tangos "Tinta Roja" de nuevo con Limón, también un DVD del último concierto de diciembre en el estadio Obras de Buenos Aires, la BSO original de la nueva película de David Trueba, un disco acompañado con Litto Nebia y posiblemente la edición de "Ineditóxicos", sobran explicaciones.
En definitiva este es un breve resumen de la obra del artista más prolífico de los últimos años, que lo disfruten.