La Honestidad no es una virtud, es una obligación

sábado, abril 05, 2008

Un día en las carreras


Eran estas fechas, más o menos, la primavera venía temprana ese año y decidieron abrir el hipódromo más pronto de lo habitual. Así que no encontramos mejor plan para un domingo que acudir a las carreras.

Mi primo tenía allí un contacto, Pimpón, que nos colaría y nos enseñaría todos los entresijos de las carreras, ¡qué bueno es ir acompañado por alguien tan bien relacionado!.

Al llegar allí Pimpón nos mostró todos los caballos y nos dió un soplo para la tercera carrera. "Apostad por Bucéfalo" nos dijo, "es un caballo que poca gente conoce y os dará buenos réditos de 100 veces, 100.
Sin embargo mi primo y yo nos quedamos prendados de otro animal, ¿cómo se llama ese?, pregunté, "Lunático", me respondió. Aquel nombre me trajo a la mente al mítico caballo de Gardel. Sus ojos miraban de forma diferente, una mezcla de orgullo y de miedo, era un animal, pero su mirada parecía humana. ¿A cuánto se paga éste, Pimpón?, 5 a 1 me dijo, tiene posibilidades pero lleva mucho sin competir.

Llámenme loco, pero decidí apostar todo lo que llevaba encima por "Lunático", no creo que estuviera buscando fortuna, más bien era un gesto de confianza a una corazonada. Al llegar a las taquillas saqué "el taco" ante la incredulidad del boletero que me miró como con pena.

Tras dos carreras por fin llegó el momento de Lunático, con mis anteojos podía ver esa misma mirada de suficiencia y pánico a la vez. La salida fue muy buena llegando a la primera curva con dos cuerpos de ventaja sobre Bucéfalo. El triunfo parecía asegurado, apenas quedaban 50 de los 402 metros de los que constaba la prueba, sin embargo en el último giro Lunático parecía como si se quedara sin fuerzas, a escasos metros de la meta fue rebasado, perdiendo por una cabeza.
Lunático y yo, nos quedamos a una cabeza de la gloria, ¡que lindo hubiera sido para ambos!.

Al salir del hipódromo nos pasamos de nuevo por las cuadras, allí estaba mi caballo perdedor, sólo, triste, su mirada había deshechado lo altivo, nunca olvidaré aquellos ojos marrones, me miraban como pidiéndome disculpas, sintiendo haberme defraudado.
Yo sólo perdí todo lo que tenía, pero él había perdido algo más, posiblemente se había perdido a él mismo.



Tardaré mucho tiempo en volver a las carreras, no me gustaría volver a encapricharme de otro "Lunático" y llegar en calzoncillos a casa. Al salir del recinto solo atinaba a decirle a mi acompañante: "Rai, nos equivocamos de caballo... autre fois"

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