La Honestidad no es una virtud, es una obligación

viernes, abril 13, 2007

MVC (1095)


Hoy es el aniversario del día en que me arruiné, cinco días antes y varios años atrás alcancé la fortuna en los juegos de azar. Hasta ese momento nunca me había tocado nada, ni siquiera una de esas típicas rifas de cuando eres niño, en la que se sortea cualquier golosina, una vez estuve muy cerca y como siempre finalmente lo ganó otro. El caso es que un día la diosa fortuna se acordó de mí, he de decir que en aquella época pasé una racha un poco ludópata y jugaba a todo lo que se me ponía por delante, así que era de esperar que después de currármelo tanto acabara ganado algo. Fue una sensación extraña ya que al principio no sabía administrar la riqueza que tenía entre mis manos. Fue curioso comprobar como pasas mucho tiempo deseando que te suceda algo así y cuando llega no sabes muy bien como gestionarlo.

La verdad es que el premio no era demasiado grande, pero a mí me hacía sentir especial. Los que me conocen saben que no soy una persona de muchos derroches, pero llegó un momento en el que el premio se fue agotando y fue entonces cuando decidí apostar lo poco que tenía.

Esta vez tenía más prisa, así que busqué un camino más corto para volver a alcanzar la fortuna. Fue así como acabé frente a la ruleta de un casino. No solía yo frecuentar este tipo de locales y hacerlo en el de mi propia ciudad me resultaba incómodo, así que me monté en mi viejo coche morado, al encender el motor el cuentakilómetros marcaba 130013 Km., un mal número para alguien tan supersticioso como el que les escribe. Pero no estaba yo para pensar en la mala suerte y me dirigí sin rumbo hasta que encontré unas grandes luces de neón con unos inmensos dados dibujados. Así que decidí probar suerte, como no era muy mañoso en este tipo de juegos, opté por lo más sencillo: la ruleta, apostar al rojo y al negro y poco a poco ir sumando una cantidad digna.

La noche comenzó bastante bien y en apenas dos horas había conseguido triplicar mi botín. Ya tenía suficiente, pero la avaricia se apoderó de mí y seguí jugando y jugando. Como suele pasar en estos casos sólo abandoné la mesa de juego cuando estaba totalmente arruinado. Entonces allí me encontré, a varias horas de mi casa, sin una moneda, sin ningún tipo de fortuna y con un viejo automóvil con el morro arrugado.

Después de varios días vagabundeando logré canjear mi viejo trasto morado por unas cuantas monedas que me sirvieron para montarme en un autobús rumbo a mi hogar. Durante el viaje me resultaba paradójico pensar que si se me hubieran dado bien las apuestas, nunca hubiera regresado.

Cuando llegué a la que era mi casa me había sido embargada, llevaba varios meses sin hacer frente a los pagos, la mala racha se había cebado conmigo. Así que hice lo que cualquiera en mi lugar, apoyarme en los que a pesar de mi abandono, siempre estuvieron ahí. Día tras día fui remontando y hoy, gracias a ellos, he normalizado mi vida.

Desde aquel momento no volví a jugar de la manera que lo hacía antes, bueno si les soy sincero alguna vez rellené alguna quiniela o compré algún décimo de lotería, porque quien no juega no gana y el premio gordo puede volver a aparecer en cualquier momento, aunque de momento la fortuna sigue esquiva.

Etiquetas: ,

lunes, abril 09, 2007

Tal día como hoy

Etiquetas: ,