Porque vivió con una sonrisa y murió con una sonrisa.
Porque fue un ejemplo de cómo afrontar la adversidad.
Porque nunca evitó enfrentarse al que no iba de frente como él.
Porque prefería "romperse" a "doblarse".
Porque le caía bien a todo el mundo y nadie habló mal de él.
Porque, aunque ahora lo vemos relativamente fácil, ganar una medalla de oro en cualquier deporte en 1972 era casi imposible y más aún en un deporte en el que no hemos vuelto a destacar (excepción claro está de un esquiador germánico dopado hasta las cejas).
Porque precisamente a este tramposo esquiador le dijo a la cara lo que nadie se atrevía a decirle porque estaban "pegándose" por hacerle la pelota.
Porque le echó "güevos" hasta el final.
Porque era español y hacía gala de ello allá por donde fuera, como cuando ganó la medalla de oro en Sapporo y en lugar de desfilar vestido de tirolés como le obligaban, se caló un sombrero cordobés y una capa española... ¡Con dos cojones!
Por todo esto y por muchas más cosas he querido escribir unas palabras a Paquito Fernández Ochoa, porque sé que donde quiera que esté, estará riéndose, de buen humor y estará luchando hasta el final, (q.e.p.d.)
Etiquetas: Deporte, In Memoriam